
Indignación, malestar, controversia y muchas cosas más, causó el asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, el pasado sábado 1 de noviembre.
La noticia del ataque que le costó la vida, circuló de forma instantánea por las redes sociales, ya que en ese momento participaba en un evento previo al Día de Muertos, ante cientos de personas, incluida su familia.
La población de todo el país se encuentra indignada ante el cruel y cobarde asesinato, ya que el alcalde michoacano estuvo presente en los diferentes medios de comunicación, en los últimos meses, acusando a los gobiernos estatal y federal, de no atender sus peticiones de mejorar la seguridad en su municipio.
Carlos Manzo ganó la presidencia municipal como candidato independiente, a poco tiempo de abandonar el partido Morena, por quien fue diputado federal. El tema también se ha politizado demasiado.
Presuntamente el joven de, entre 20 y 23 años de edad, que le disparó seis tiros, por la espalda, fue abatido instantes después de la agresión (por el «trabajo» le iban a pagar 50 mil pesos). Fueron detenidos otros dos presuntos cómplices.
Este caso ha conmocionado y generado polémica entre los mexicanos, por la forma en que el alcalde señalaba cómo los habitantes de su municipio sufrían constantemente por los grupos del crimen organizado y se sentían abandonados.
Durante los funerales el Gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla fue corrido, prácticamente, por muchos de los asistentes a la funeraria. Los gritos lo acusaban de ser el causante de este artero crimen. Durante el sepelio pasó lo mismo. Incluso una mujer lo abofeteó.
El alcalde asesinado fue sepultado ayer entre un clamor popular de que se esclarezca. La indignación en Uruapan y en todo el Estado ha crecido. Se han presentado manifestaciones, incluso, en Morelia, la capital estatal.
Por su parte, Omar García Harfuch, Secretario de Seguridad nacional, señaló que se había reforzado su seguridad con más elementos de la Guardia Nacional.
* Salvador del Hoyo Bramasco.
* Periodista.